viernes, 27 de agosto de 2021

Papá olvida...


Para no olvidar la ternura y el buen trato cuando educamos


La ternura es, quizás, el preludio del buen trato que ha de presidir toda relación educativa y, en especial, la educación familiar.
Una carta escrita por  W. Livingston Larned,  hace casi 100 años, nos ayuda a tomar perspectiva para observar  en qué medida practicamos la ternura y la comprensión en la crianza y educación de nuestros niños y niñas.
¿La conocéis?


Imagen: dibujo de un hombre y un niño pequeño caminando  juntos



Esta carta, escrita por W. Livingston Larned, se publicó por primera vez en 1927 en la revista Reader’s Digest. 

Son las conmovedoras palabras de un padre que se ha dado cuenta de que la forma en la que trata a su hijo  para educarle puede ser más amable, empezando por la mirada comprensiva hacia esa persona que está desarrollando sus capacidades, aprendiendo a vivir.

Desde su publicación se ha repetido millones de veces, así que igual la conocéis.. En todo caso, sirva, además de como homenaje al autor,  como recordatorio y mensaje de ánimo a todas las madres, padres y personas que educan, para que no olviden la ternura, ni desmayen en su empeño de practicarla, a pesar de las exigencias de esta sociedad nuestra, que nos hace vivir "contrarreloj".

Es posible que nos identifiquemos con el sentimiento que el autor expresa, cuando pensamos en algunas situaciones cotidianas con los niños y niñas, por ejemplo, cuando pretendemos que, aunque sus pies son tan pequeñitos y su altura es una cuarta parte de la nuestra, sigan nuestro paso; cuando les reprendemos duramente por expresar llorando su malestar, cuando queremos que hagan, con la misma precisión y atención que nosotros, ciertas tareas..

Muchas veces esto se debe a la frustración por no saber qué hacer ante algunos de sus comportamientos o al desconocimiento de lo que pueden o aún no son capaces de hacer a su edad..En muchos casos, es simplemente una consecuencia del ritmo exigente que esta vida nos impone y que no es fácil cambiar, pero darnos cuenta, puede ser el primer paso para hacerlo.

Poner la empatía y la ternura en primer lugar para relacionarnos con ellos y ellas, no implica permisividad ante conductas que hay que corregir,  no supone mal-educar, significa garantizar que la educación va acompañada del buen trato, que vamos a crear vínculos afectivos seguros y saludables, que les ayudarán y nos ayudarán a crecer y vivir más felices.

Ahí van las palabras de ese padre, que, salvando algunas diferencias en la forma de expresarse y de vivir (hace casi un siglo), podrían ser las de cualquier padre o madre u otras personas que tengan responsabilidad en esa apasionante, a la par que difícil, tarea de criar y educar a las niñas y los niños:


Papá olvida 

        "Escucha hijo , voy a decirte esto mientras duermes, una manita metida bajo la mejilla y los rubios         rizos pegados a tu frente húmeda. 

    He entrado solo en tu cuarto. 

    Hace unos minutos, mientras leía el diario en la biblioteca, he sentido una ola de remordimiento que  me ahogaba. Culpable, he venido junto a tu cama.

    Esto es lo que pensaba, hijo: me había enfadado contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la         escuela , porque apenas te pasaste la toalla mojada por la cara. Te reprendí porque no te habías            limpiado los zapatos. Te grité enfadado cuando tiraste tus cosas al suelo.

    Durante el desayuno también encontré motivos de crítica: volcabas las cosas, engullías la comida,     ponías los codos sobre la mesa, untabas demasiada mantequilla en el pan..

    Y cuando te ibas a jugar y yo me encaminaba a coger el tren ,  agitando la mano me gritaste , “adiós, papá”, yo fruncí el entrecejo y te respondí : “¡Levanta los hombros!.

    Y por la tarde, todo se repitió. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando a las canicas. Tenías agujeros en los calcetines. Te humillé ante tus amigos, haciéndote ir a casa delante de mí. Los calcetines eran caros, y si tuvieras que comprarlos tú, tendrías más cuidado. Pensar hijo, que esto, lo diga un padre…

    ¿Recuerdas que, más tarde , cuando yo estaba leyendo en la biblioteca , entraste tímidamente, con una expresión temerosa en tus ojos? Cuando te miré por encima del periódico, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. Y yo te pregunté con brusquedad, “¿Qué quieres ahora?”

No dijiste nada, pero cruzaste la habitación de un salto, y me echaste los brazos al cuello, y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni siquiera mi abandono podía marchitar. Y luego te fuiste, y se oían tus pasos ligeros escaleras arriba.

    Fue poco después cuando el periódico me resbaló entre las manos y un miedo terrible, angustioso me inundó .

    ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa para ti por ser un niño. No era que yo no te quisiera; era que esperaba demasiado de ti . Y te medía según la vara de mi propia edad.

    Y hay tanto bueno , hermoso y recto en tu naturaleza.  Ese pequeño corazón tuyo es tan grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. 

    Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu cama en la oscuridad y me he arrodillado, lleno de vergüenza.

    Es una débil reparación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré papá de verdad. Seré tu camarada, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. Repetiré una y otra vez, como si fuera un ritual: ” No es mas que un niño, un niño pequeño”.

    Me temo que te he imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un niño pequeño todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.     Te he pedido demasiado, demasiado".

Que esta hermosa carta nos sirva para recordar que, a la hora de educar a los hijos e hijas, es fundamental una relación que les demuestre nuestro amor incondicional, les haga sentir la confianza y la seguridad que necesitan para aprender y crecer saludables. 
Por otra parte, el trato amable y respetuoso les enseña cómo tienen que ser tratados/as y cómo han de tratar a otras personas. Esto favorecerá el desarrollo de su inteligencia emocional, contribuirá en buena medida a su salud mental.
Como recomendaba Dale Carnegie, uno de los autores que difundió esta carta, Cuando educamos, seamos calurosos/as en la aprobación y generosos/as en los elogios para reforzar cualquier progreso. 
 Añadiríamos: ser justos/as en las críticas y que siempre sean constructivas. 
La ternura es nuestra mejor aliada para tener todo esto presente y educar en consecuencia.
Por cierto, en eso de la ternura, seguro que ellos y ellas pueden enseñarnos mucho. El aprendizaje es mutuo:)


#educándomos