Una persona mayor frágil es la que, a medida que envejece, sufre un deterioro de sus capacidades tan severo que aumenta la probabilidad de que tenga accidentes y otros problemas de salud y mengua su capacidad para valerse por sí misma, pudiendo llegar a la dependencia.
La fragilidad se puede prevenir e incluso revertir, actuando sobre algunas de las causas que la provocan.
Las personas frágiles tienen mayor riesgo de caídas y otros accidentes, son más vulnerables a las enfermedades y les cuesta más recuperarse que a las que no están afectadas por este síndrome.
Esto se debe al deterioro del organismo que conlleva la disminución de las capacidades físicas y mentales. Puede empezar a manifestarse con un conjunto de síntomas como pérdida de fuerza, cansancio fácil, lentitud al caminar, sensación de agotamiento, disminución de peso involuntaria...
Aunque la fragilidad está asociada al envejecimiento,
no todas las personas mayores son frágiles, no todas envejecen de la misma manera.
A parte de la genética, el mayor o menor riesgo de fragilidad está determinado por las condiciones de vida de cada persona. Es más frecuente en las mujeres, en personas con situación económica precaria, en las que carecen de apoyo social y tienen menos acceso a los recursos relacionados con la salud y el bienestar.
¿Cómo se puede prevenir la fragilidad?
La fragilidad se puede prevenir y, cuando se padece, es posible revertirla, recuperar un mejor estado de salud.
Para ello, es necesario actuar sobre las causas modificables que la provocan, que tienen que ver con factores físicos, psicológicos y sociales.
La prevención no se hace sólo a nivel individual, sino comunitario, ya que se trata de que tengamos estilos de vida saludables y entornos que los faciliten. Necesitamos saber, querer y poder cuidarnos.
En cuanto a los Estilos de vida, prevenir es desarrollar y mantener hábitos saludables a lo largo de nuestra vida:
alimentación sana
actividad física
bienestar emocional
evitar el tabaco, el alcohol y otros hábitos tóxicos,
A medida que nos hacemos mayores tendremos que adaptar nuestros hábitos para que nos ayuden a envejecer de forma saludable.
Es importante detectar la fragilidad cuanto antes. El lugar ideal es el centro de salud, pero también es posible detectarla en lugares comunitarios a donde acuden personas mayores.
Una vez identificada con evaluación médica, se puede tratar con intervenciones adecuadas a cada persona.
Uno de los factores fundamentales es el ejercicio físico.
Se ha demostrado que el ejercicio adecuado es eficaz para prevenir la fragilidad y mejorar el estado de quienes la padecen.
En este caso, se trata de programas basados en la valoración de la gravedad de la fragilidad, que constan de ejercicios de baja-moderada intensidad en los que se trabaja la resistencia aeróbica, la flexibilidad, el equilibrio y la fuerza muscular. Se desarrollan en sesiones de 30-45 minutos, 3 veces a la semana, con una duración mínima de 8 semanas.
Entornos saludables son los que favorecen que tengamos calidad de vida, que podamos alimentarnos de forma sana, mantener una vida activa, relacionarnos, disponer de la atención sociosanitaria que precisamos.
Tienen que estar dotados de recursos accesibles para toda la población, entre ellos, servicios médicos que puedan evaluar el riesgo o estado de fragilidad de cada persona, asesoramiento nutricional, centros deportivos con profesionales expertos en la prevención y tratamiento de la fragilidad, actividades que fomenten el aprendizaje, la participación social y el bienestar emocional, redes comunitarias fuertes e inclusivas.
Cuidémonos, empezando por lo que esté a nuestro alcance, para mantener alejada la fragilidad.
Fuente: Gobierno de España. Ministerio de Sanidad:
Envejecimiento saludable y prevención de la fragilidad.
Actualización del documento de consenso sobre Prevención de la Fragilidad en la Persona Mayor (2022)
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